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15.6.07

Conexiones raras

Es una superficie extraña en la que se mezclan las gravedades. Sale humo del suelo y la lluvia moja sin llegar a caer. Desde brookling puedo notar cómo todo está empapado, desde el puerto, cómo el mar escupe hacia arriba atravesando las falsas alcantarillas mientras espero el ferry que me va a enseñar la estatua de la libertad...
y al volver a casa tras una noche de marcha, en el metro hay una pareja. Ella me resulta familiar, tanto que sé que la conozco. Estuvo en Cuba. Sí, es la chica alemana que mi amigo el canadiense me presentó en Habana la última noche. Nos sorprendemos, nos abrazamos aunque apenas nos conozcamos. Annia hace tres semanas que llegó a Nueva York y quiere quedarse un tiempo, ya tiene trabajo de camarera. Yo estoy de paso, la semana próxima me voy a Montreal (Canadá) a visitar a un chico que conocí en Cuba (el mismo que me la presentó a ella).
No sé si tiene forma de círculo, una elipse o es un pañuelo como algunos dicen, lo que sé es que mi mundo es más abarcable de como se me suele presentar. Unas veces es la casualidad, otras "lo que tiene que suceder". En fin.

12.6.07

Nueva York visto por un pez

Es raro sentirse en un lugar conocido cuando nunca has estado antes allí. Culpa de las películas, supongo, o de la mezcla que representa esta ciudad: un cóctel de lo vivido.
Pero lo más raro es que en medio de tanto paisaje familiar o parecido, no seas capaz de relajarte porque a la vez todo es extraño, tan diferente al lugar del que llegas... ufff! Después de casi un año en México, tanto cemento y cristal marea, el agua del grifo se bebe con desconfianza, el éxito y la juventud de algunos provoca rechazo. Pisos pequeños, caros y nuevos, atardeceres en terrazas con gimnasio y minigolf, nadie tiene un hijo a los 24, todos suman carreras y máster, quedan para tomar el aperitvo con mimosas (champán y zumo de naranja natural), algunos viven en el barrio financiero...
Prefiero callejear, pero no llego a acostumbrarme.
Es muy raro.

8.6.07

Out of context (además del peyote)

A veces las cosas pasan justo de la manera que tienen que pasar y preguntarse por qué carece de sentido. Puede suceder que salgas de viaje hacia el desierto y en el camino encuentres una cascada junto a la que dormir; que te lo pases como un enano jugando en el agua con dos cuerdas y un flotador enorme; que te rías como hacía tiempo que no lo hacías (y sin necesidad de alcohol !).
Cabe la posibilidad de que te encierres durante horas con tres personas en un coche y que esas tres personas resulten ser las necesarias para perderse en medio de la nada o en un poblado con nombre de flor.
Una vez me pasó que quise comer peyote sin plantearme demasiadas cuestiones místicas, pero abierta a lo que pudiera ocurrir. Y ocurrió. Los cuatro sin planear casi nada y chocamos con tres personas que nos aseguraron que no teníamos que buscar a la planta, que ella nos encontraría y el desierto se ocuparía del resto. Esas tres personas nos guiaron entre espinas, nos dieron camas en las que dormir y en las que no dormimos, nos acompañaron en el "viaje", manteniendo vivo el fuego y cuidándonos. Porque sí. Y en el cielo, la luna amaneció casi llena para alumbrarnos, mientras dos tormentas nos rodeaban con relámpagos, pero sin agua (casi). En medio de ese espectáculo, nosotros, cada uno de nosotros y todos. Lucía llorando y riendo, mezclando cielo y tierra, viendo el mar en el desierto; Elena en su cuento, sonriendo y sintiéndose a ratos incompleta, alguna lágrima pero muchas más risas; Federico (nombre en clave de Germán) oliendo a los Caños de Meca, viendo un lugar familiar junto al fuego; yo, encogiéndome dentro de mi ropa, notando cómo me volvía más ligera gracias al aire, cómo mis zapatos se me iban quedando grandes mientras andaba detrás de todos, cuidándolos, queriéndolos abrazar con mi nueva levedad.
Porque las cosas sólo sucedían y nos mimaban con su perfección; porque se fueron nuestros tres angelitos de la guarda y nos dejaron durmiendo junto a un lago, apretados bajo los sacos y el edredón y llegaron otros tres custodios, ¡eran perros!, que vigilaban para que nadie se nos acercara.
Dormir.
Ver amanecer en colores nuevos: verde espejo para el agua, amarillo para el resto.
Mágico (aunque sea un adjetivo desgastado).

Otras veces las cosas pasan como no tienen que pasar. Es cuando pasan para no quedarse, cuando se terminan como ahora. Sí, de nuevo ese olor a despedida. ¿Que debería estar acostumbrada? Quizás, pero ¿cómo hacerlo? No sé. Son ellos tres, y todos los otros. Es saber que no se repetirá, ni siquiera será parecido. Esparcirse y reencontrarse a pedazos. Mañana comienza la diáspora.
Siempre me encuentro gente que merece la pena, la pena de perderles un poquito, para cambiarles de contexto.
I think i'm gonna be sad, i think it today.