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21.12.08

Homenaje a mi exkioskero

Hola, ¿qué decir después de tanto tiempo? Hace mucho que no me paso por aquí y no tengo excusa aunque me sobren los motivos. Hoy se cuenta un año desde que conocí, de borrachera, al chico de pelo rizado que me hizo escribir por última vez en este blog. Una año en el que han pasado muchas cosas y en el que he prometido varias veces retomar mis ciberandanzas sin llegar a cumplir esas promesas. Soy bastante dada a no hacer lo que digo que voy a hacer, podéis llamarme malqueda, pero en realidad no es más que mi peculiar forma de rebeldía ¿Quién dijo que las promesas había que cumplirlas? Bueno, rebeldía y despiste, que también de eso hay mucho en mi vida.
Hoy es domingo (con lo que fueron los domingos para mí), estoy en Almería, en lo que ha sido mi casa durante unos meses y que vuelve a ser ajena, y, lejos de promesas, me ha apetecido asomarme una vez más para contar que una nueva mudanza me ha traído más recuerdos de esos que gusta tener. Volver a este salón, al olor del pasillo y de las sábanas de mi excama compartida, a la plaza y su palmera, el salón con la radio siempre de fondo, el frío húmedo que llega directamente del mar... ha sido todo un reencuentro. Pero lo que más me ha gustado volver a ver ha sido al kioskero, el mejor kioskero que he conocido en mi vida, y no porque esté bueno, que el muchacho no es demasiado agraciado en lo físico, sino por la amabilidad que desprende ese hombre gordito y aseado que, al comprar la edición dominical del periódico, te dice "un momento, su suplemento"y con una sonrisa prosigue: "y otro, momento" -te regala un par de caramelos- "feliz Navidad". "Feliz Navidad a usted también", no podía ser menos. Y te vas a casa con una sonrisa que le da la vuelta a la cabeza mientras masticas uno de esos caramelos.
Él es siempre así y me he dado cuenta de que lo he echado de menos.