A veces echo de menos vivir frente al mar, aunque nunca lo haya hecho, para sentarme a mirarlo en momentos como este, quietos y demasiado huecos. Esa masa de agua me asusta, me impone y me encanta. Porque una de las mejores sensaciones que existe es la de zambullirse en al agua de golpe y notar el frío en cada centímetro de tu piel.
Y en invierno darse cuenta de que el agua puede ser color gris espejo y la arena tan fría como el acero, aunque más blandita.
El mar encierra y libera, como nuestro cerebro; con sus partes inexploradas (la mayoría) y monstruos que nos atormentan más por lo que imaginamos que por lo que realmente son.
Yo nunca me adentro en sus profundidades, tampoco en las de mi mente, no me fío, pero me gusta sentarme frente a su murmullo y sacarle miles de parecidos, como si cualquier cosa se pudiera parecer a él de algún modo, o él a cualquier cosa.
1 comment:
A mí también me gustaría vivir en una ciudad costera.
Tiene aún más delito viviendo en una isla. En La Laguna se puede ver el mar desde las montañas, muchos piensan que al lagunero o lagunera le cuesta salir.
Anteayer salimos, fuimos a la playa. Ya empieza la solaja aunque el agua sigue estando fría.
Pero eso ahora da igual: ver el mar es un privilegio...
Espero que algún día tengamos el honor de recibirte, el mar y yo.
Merce
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