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18.12.09

Yo, de mayor, quiero ser conferenciante

A principios de esta semana tuve la suerte de asistir a las ponencias de dos de los conferenciantes más valorados a nivel nacional e internacional: Pilar Jericó (autora de "No miedo", experta en gestión de talento), Bruno Giussani, director europeo de TED. Tras sus intervenciones, tuve una revelación: yo, de mayor, quiero ser conferenciante.

La conferencia es un género en auge y algunos lo achacan, precisamente, a las también en auge redes sociales en Internet (recomiendo el post sobre ello de Elástico). Se dice que las redes sociales virtuales dan paso a redes sociales físicas, a encuentros, simposios, congresos... citas, al fin y al cabo, en las que personas interesadas por un mismo tema comparten conocimientos (o escuchan a "gurús"). Debido a este "boom" (que veremos si es tal o si realmente se trata de la consolidación de un producto cultural con futuro), se ha creado un star sistem de conferenciantes cuyos cachés se pagan en miles de euros. ¿Miles? Sí, miles de euros por hablar cerca de una hora (15 minutos arriba, 15 minutos abajo). Está bien, es cierto que lo que se está pagando no es sólo la ponencia, sino que detrás de esta existe todo un trabajo y una preparación que hacen que sea esa persona y no otra la que cobra lo que cobra. Pero a mí hay ciertas cuestiones que me chirrían.

Me voy a centrar en dos ejemplos concretos para que esto tenga más consistencia y qué mejor que los dos conferenciantes que ví el lunes pasado. Bruno Giussani, suizo y director de TED (Tecnology Entertaiment Desingn), es una eminencia precisamente por la organización en la que trabaja. TED es una fundación sin ánimo de lucro nacida en los 80 y a la que se atrubuye el mérito de haber convertido la conferencia en un producto cultural llevándola, en cierta medida, hasta donde está hoy. La filosofía de TED es la de otorgar valor a las ideas, generándolas y esparciéndolas por el mundo. Para ello, realizan una reunión anual a la que invitan a varios especialistas, provenientes de distintas áreas, para que hablen en torno a un mismo tema. La interdisciplinariedad de las llamadas TED conferences no es el único rasgo de éstas, también es muy importante el formato. Las ponencias duran 18 minutos, lo que obliga a los ponentes a ser escuetos y directos en sus planteamientos, a no andarse por las ramas, y en ellas tienen mucha importancia todos los elementos que acompañan a la palabra: desde el escenario, que tiene que ser imponente, hasta los medios audiovisuales y los objetos que sirven para ilustrar las ideas de los protagonistas. Cada conferencia se ensaya una y otra vez, con cámaras, para que los ponentes se acostumbren a ellas y las tengan en cuenta, como cualquier otro espectáculo. Ése es su mérito: haber hecho de la exposición de ideas un espectáculo apto para todos los públicos, con lenguaje fácil y ritmo ameno. Estas conferencias, en modo presencial, sólo están al alcance de una minoría, porque las plazas están muy limitadas y el precio es prohibitivo, pero, y aquí llega lo más interesante de esta fundación, se creó el formato audiovisual conocido como TED Talks que consiste en grabar conferencias con las características ya citadas y colgarlas en la web bajo licencia Creative Commons, para que todo el mundo no sólo las pueda ver sino que las pueda usar para sus blogs, páginas o clases... lo que sea. He de decir que esperaba la conferencia de Bruno con mucho interés, porque el trabajo de TED me parece admirable (y os aconsejo que buceéis entre sus charlas porque hay cosas muy interesantes), pero, cuál fue mi sorpresa cuando el suizo no hizo más que hablar de "su libro". Es decir, explicó la filosofía TED y "cómo viajan las ideas", pero nada más. Un tipo que, según dicen (y aquí voy a dejar de lado mis principios periodísticos para dar por válida la rumorología), cobra alrededor de 18.000 euros por charla, no dijo nada que no supiera alguien que ya conociera TED. ¿Entonces? Pero lo malo no es eso, lo malo, para mí, es que terminó y no dieron paso a un turno de preguntas. ¿De qué me sirve tener frente a mí a alguien si no tengo posibilidad de intercambiar nada con él, de preguntar, de pulir ideas y conceptos?



Pilar Jericó, que cobra bastante menos que Giussani y aún así mucho, hizo una exposición brillante que, a pesar de no descubrir América, fue interesante. Igual de interesante y con los mismo chascarrillos casi que cuando la ves por Youtube en vídeos de 2007. Bueno, digamos que, si la mujer está especilizada en un tema y siempre tiene que hablar de ese tema, sea comprensible que la charla sea la misma, pero volvió a pasar que no hubiera turno de preguntas... ¿entonces?

Con todo esto del auge (o boom) de las conferencias ha surgido, como en todo movimiento que se precie, un contramovimiento que reclama el término de "unconference", es decir, la vuelta a formatos más conversacionales en los cuales las relaciones sean más horizontales y fluya el intercambio entre todos los asistentes. La primera vez que leí sobre la "unconference" creí que era innecesario crear esa división entre lo que es una conferencia y el intercambio de opiniones entre iguales, es decir, que se podía dar una combinación de ambos (como ocurre en las TED, las presenciales, donde los ponentes suelen estar el resto del día compartiendo espacio-tiempo con los asistentes, fomentando la conversación entre ellos), pero ahora comprendo cómo va eso de las conferencias puras (y sus estrellas). Y viendo lo visto, yo, de mayor, conferenciante.

Sólo me falta encontrar a alguien que me quiera escuchar y, encima, pagar por ello.

*Conferencias de Pilar Jericó y Bruno Giussani


3 comments:

Juan José Calderón Amador said...

y yo... también... m'apunto!!!

Mertxe said...

A veces los formatos dependen de los organizadores, no del ponente. No obstante, yo nunca he dado un charla que no tuviera turno de preguntas. La verdad es que no se si me gustaría hacerlo, me sentiría algo alejada del público.
También es verdad, que compromete menos no tener preguntas: llegas, sueltas la presentación enlatada y te vas. Poco riesgo.

Ámina said...

Es cierto, Mertxe, que muchas veces, el que haya preguntas o depende del organizador (y del tiempo que haya), pero, si es así, es aún más absurdo, puesto que ya que traes a un especialista en cualquier materia, lo interesante es permitir que haya comunicación e intercambio entre éste y los asistentes a las conferencias. El problema, quizás, como en muchos actos de corte institucional, es que se busque más un impacto mediático que una comunicación real o un aprendizaje efectivo, por lo que se contrata a grandes nombres sin importar lo que tengan que decir o lo uqe vaya a aprender la gente que siga la conferencia. Es algo decepcionante cuando tienes espectativas y asistes al encuentro con interés.
Por supuesto, no todos los conferenciantes siguen este esquema, por suerte, de hecho en el mismo encuentro, la última ponente (Dolors Reig) sí que dio paso a un turno de preguntas (del que casi nadie hizo uso, pero eso ya esotro tema).